Reseña: Richard Jewell (El caso de Richard Jewell, 2019)
El gran Clint Eastwood regresa con una nueva película que aborda la historia contemporánea de los Estados Unidos y las historias verdaderas que la han moldeado. El caso de Richard Jewell es la historia de un guardia de seguridad poco conocido que salvó a miles de personas durante los Juegos Olímpicos de 1996 en Atlanta, pero que, al final, se convirtió en una víctima. ¿Cómo ha retratado Eastwood esta historia en la pantalla? Léelo en nuestro texto.
Género:
biográfico, crimen, drama
Dirección:
Clint Eastwood
Guion:
Billy Ray
Reparto:
Paul Walter Hauser (Richard Jewell), Sam Rockwell (Watson Bryant), Kathy Bates (Barbara Jewell), Jon Hamm (Tom Shaw), Olivia Wilde (Kathy Scruggs)
Sinopsis:
El año es 1996. Los Juegos Olímpicos de Verano se celebran en Atlanta, Georgia. Richard Jewell es un guardia de seguridad que vive con su madre y trabaja para asegurar los Juegos Olímpicos. Un día, encuentra un paquete sospechoso debajo de las gradas que resulta contener una bomba. Richard Jewell salvó a miles de posibles víctimas, sin embargo, con su acto cayó en la trampa de un sistema que lo convirtió de salvador en criminal. La película sigue la conmovedora historia real de cómo un bienintencionado guardia de seguridad se convirtió en un astuto criminal, aunque eso estaba lejos de la verdad.

El inicio de la actual revista Oscar de CineStar nos permitió ver en preestreno la más reciente película de Clint Eastwood – El caso de Richard Jewell. Aunque la película solo ha sido nominada en la categoría de mejor actriz de reparto (Kathy Bates), aún así hay que decir que se trata de una obra sumamente interesante que muestra todos los puntos fuertes de la dirección de Eastwood, pero también toda su previsibilidad, lo cual, siendo sinceros, no es algo malo en Eastwood, pero simplemente no impacta tanto como podría. Sin embargo, vayamos por partes.
En 1996, los Juegos Olímpicos de Verano se celebraban en Atlanta, en el estado de Georgia. Para nosotros, esos Juegos Olímpicos serán más conocidos por el hecho de que nuestra selección de balonmano ganó su primera medalla de oro olímpica, sin embargo, estos Juegos Olímpicos fueron marcados por un evento que casi llevó a su cancelación. El 27 de julio de 1996, alrededor de la 1:20 a.m. hora local, una bomba explotó en medio del Parque Olímpico Centenario en Atlanta, durante un concierto que celebraba la apertura de los Juegos. La bomba fue notada por primera vez por un guardia de seguridad llamado Richard Jewell, cuya intervención oportuna evitó un mayor número de víctimas (murieron dos personas, nota del autor). Ese guardia anónimo que quería ser policía se convirtió de la noche a la mañana en un héroe nacional, sin embargo, al mismo tiempo, se convirtió en el principal sospechoso del FBI por el mismo atentado. El FBI no tenía caso alguno, pero con la ayuda de los medios locales y nacionales convirtió a Jewell en un monstruo y expuso a él y a su madre a un «juicio mediático» (en inglés, trial by media), sin que Jewell fuera jamás acusado o, incluso, arrestado. El caso de Richard Jewell es una película sobre esos eventos, que comienza diez años antes del atentado y termina varios años después, siguiendo el caos que marcó la vida del protagonista titular.
Clint Eastwood es indiscutiblemente uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos, y ha tenido éxito tanto como actor como director. Si observamos su obra contemporánea como director (desde 2006 hasta hoy, por ejemplo), veremos que Eastwood prefiere historias basadas en hechos reales de la historia estadounidense más reciente. La mayoría de estas películas son historias interesantes – más o menos conocidas – que son tan narrativamente intrigantes como educativas, en el sentido de que muestran algunos aspectos (potencialmente) peligrosos de nuestra sociedad. Richard Jewell encaja perfectamente en esa serie de historias estadounidenses: tiene una historia muy interesante y, además, muestra todos los horrores del poder mediático y de la torpe administración de la justicia.
Asimismo, esta película encaja perfectamente en la bien establecida plantilla de dirección de Eastwood. Sus películas no son tan específicas en cuanto a autoría – son, más o menos, clásicos biopics o películas históricas – sino que muestran su profundo conocimiento del cine y de la estética cinematográfica. Eastwood, cuya experiencia es indiscutible, realmente tiene un sentido del cine, tiene sentido del encuadre y tiene sentido de la composición. Todas sus películas son historias muy armoniosamente compuestas y realizadas, que presentan de manera clara, precisa y muy concreta lo que Eastwood quiere que sepamos, tanto en términos de la historia como en términos de la moraleja. Su profundidad no proviene de hipótesis filosóficas ocultas, sino de la cruda realidad que siempre presentan las obras de Eastwood, ya sea el terror de la guerra, un piloto heroico o, en este caso, un guardia de seguridad heroico que se convirtió en víctima del mismo sistema que tanto deseaba proteger. En la presentación de su historia, Eastwood es fácticamente preciso y mesurado, sin embargo, siempre tiene una dosis de pathos y de lo que yo llamaría «orgullo estadounidense». Se trata de un sentido de los valores democráticos y civilizatorios fundamentales que los Estados Unidos deberían representar, y, a la vez, del valor de criticar su abuso o eliminación.
En ese sentido, la obra de Eastwood, y con ella Richard Jewell, es en cierto modo predecible: sabes exactamente cómo estará estructurada la película y de qué manera se presentarán las emociones en ella, pero allí donde su técnica se vuelve familiar, es donde entran en juego su calidad y su profundo conocimiento del cine, de modo que sus películas, a pesar de que te parezcan conocidas, siguen siendo sumamente interesantes y de gran calidad. Todo esto, que vale como comentario sobre las características generales del estilo de Eastwood, también se aplica a esta película concreta, por lo que no hay necesidad de repetirlo. Entre los demás elementos técnicos, destacaría también la música algo interesante de Arturo Sandoval, el legendario jazzista cubano, que ya había colaborado con Eastwood anteriormente.

Aunque esta película depende significativamente de la calidad inherente de la historia que presenta, el casting se realizó de manera excepcional y cada uno de los actores aportó su parte, y sus interpretaciones se vieron favorecidas por el hecho de que los personajes eran en sí mismos muy vívidos e interesantes. Aunque es el portador de la trama y su historia es excelente, me parece que Paul Walter Hauser, como protagonista titular, fue el menos interesante de todos los personajes, quizás con la excepción del agente del FBI de Hamm, que es un personaje muy arquetípico. Lejos de que Hauser hiciera un mal trabajo – de hecho, fue excelente – pero el personaje de Jewell se fusiona de tal manera con la historia que es muy difícil separarlo de la narrativa a la que pertenece y, además de una fuerte compasión, es difícil desarrollar emociones concretas hacia él.
Por otro lado, su madre, Barbara «Bobi» Jewell, es un personaje extremadamente fuerte e interesante con el que es mucho más fácil «conectar» porque su papel como víctima colateral permite que su fortaleza brille. Ella es una madre cariñosa, dedicada y muy emocional, y, sin embargo, es poderosa en carácter y, cuando es necesario, está dispuesta a salir y hacer lo que se necesita. La legendaria ganadora del Oscar Kathy Bates nos presentó otro papel fuerte por el que merecidamente recibió todos los premios y nominaciones este año, y después de ver la película, incluso corregiría mi opinión anterior sobre el papel de Laura Dern en Marriage Story y diría que Bates, si no es la favorita, es sin duda una candidata igualmente probable para ganar el Oscar (pero de eso, hablaremos después). Otro papel secundario importante es el del defensor Watson Bryant, un tipo valiente, algo excéntrico y muy simpático que acepta defender a Jewell durante la investigación del FBI. Sam Rockwell es… bueno, me parece que en los últimos años, simplemente mencionar el nombre de Sam Rockwell es una garantía de calidad en la interpretación actoral. El hombre ha ganado un Oscar y una serie de nominaciones en los últimos años y debo decir que estoy bastante sorprendido de que este año no haya terminado entre los nominados, dado su papel en esta película y en Jojo Rabbit. Rockwell me ha impresionado, como muchas veces antes, con la sinceridad de su interpretación y con otra excelente elección, dado que Bryant resultó ser un personaje fenomenal, tanto de manera independiente como en su relación con la familia Jewell y su secretaria Nadyja.
Aunque me ha gustado desde Dr. House, Olivia Wilde tuvo aquí un papel bueno, pero bastante desagradable como una periodista de crónica negra excesivamente ambiciosa y precisamente su «ambición» condujo a la avalancha de caos que es conocida como «el caso de Richard Jewell».

La impresión final de la nueva película de Eastwood es extremadamente positiva. Ciertamente, proviene de la inherente curiosidad de la historia misma, pero Eastwood ha dado forma a esto en una obra bastante de calidad, que grita su firma autoral. Los personajes son extraordinariamente interesantes y se han trasladado a la película, mientras que las interpretaciones actorales han sido en general muy fuertes y dignas de elogio, especialmente las de Sam Rockwell y Kathy Bates. Aunque es más o menos un clásico biopic con una emoción no excesivamente inventiva, pero de calidad y medida, Richard Jewell tiene ese elemento emocional y educativo esencial que siempre es un requisito para una buena película. Al igual que la reciente película de Eastwood Sully, que es muy comparable a esta, Richard Jewell es una historia real con emoción que nos enseña sobre los verdaderos valores sociales, pero que (indirectamente) nos anima a no dudar en criticar a la sociedad y al sistema cuando merecen ser criticados.